jueves, 10 de noviembre de 2011

ENTRE GUAGUA Y PLAYA


A Don Raymundo Vásquez, el Americano, lo conocí hace más de 9 meses en una tienda de Bicicletas, dedicado  a concentrar su atención en quienes abogan por un deporte. Entre éstos, el MTB.  Al palpar con los ojos del aire y sentir tanto entusiasmo en una sola persona, en  el ambiente en el que respiramos, confirmé una vez más en lo que me podría gustar.  A partir de ahí, mi aventura sobre ruedas de la bicicleta en montaña.  La intriga, la entereza, cobardía, miedo, temor, decisión, coraje, amor, desempeño, alegría, tristezas, felicidad, pena, recompensa, amor y dedicación.   Emociones que son partícipes en la curva de mi viaje desde mis primeros pasos en el MTB hacia la 4ta Etapa de la vuelta. Tengo motivos de ir, pero otras pocas causas frenaron mi empuje hacia la victoria.
Sonó el despertador a finales del mes de octubre temprano para ir al trabajo y realizar mis actividades diarias.  En la tarde después de las cinco y media, llamo a una amiga mía a ver en que estaba y menciona que está en el nido de los Trazabosques conversando sobre el evento.  Me pregunta si voy a la última etapa.  Transitaba en la calle, disminuí la velocidad del vehículo y me pegué el celular para oírla mejor.  Mis deseos de ir eran innumerables, pero mis “agallas” quedaban pocas.  Mi mente dibujaba situaciones en dónde voy dormir, la estadía, la cantidad de kilómetros, cuál sería el lugar de abastecimiento, si podría completar la vuelta, la cantidad de ropa que llevo, mi maquillaje, perfume, sábana, el grupo con quien iría y si estoy entrenada para esto.   En vez de buscar peros, acepté por ver mi pueblo, el paisaje envuelto de pintura, el mar, la costa, la vida en comunidad, los colmados, bailar, sonreír, compartir, conocer amigos, saber que puedo mejorar, sufrir y sacrificarme para tener algo que quiero alcanzar.  Estaba en la independencia para reunirme con el grupo en el punto de reunión.

En el miércoles de la primera semana de noviembre, inició formalmente la entrega de los kits. Nos tiramos fotos, oramos, hablamos hasta la noche. En la preparación, el organizador nos advierte que llevemos lo básico y, algo sumamente importante, que gozaremos un mundo.  Entre el medio del polvo citadino y la playa del mar, dediqué un espacio de mi vida en irme con los Trazabosques.  4ta etapa de vuelta por las costas de nuestra bella isla dominicana.
Suena la alarma, pero no es para al trabajo, sino para ir a la estación de guagua con destino a Azua. Es el sábado 5 a las 3 y 40 de la mañana, y quiero quedarme en cama.  Suena el timbre y aún no reacciono. La tercera vez,  me levanto como una niña contenta con su paleta y su juego de muñecas. Salgo corriendo al lugar de transporte donde la guagua se le daña el motor y tengo que pasarme a otra de buenas condiciones con todo y Bicicleta.   Estoy en Azua.  Desde ahí hasta Hatillo.  Luego entre caminos vecinales, que bajaditas y subidas más chulas, a Palmar de Ocoa alrededor de las 11 am.   Me reúno con el grupo amistosamente y alegre por verlos. Que hambre! Que hambre!  Mis ojos grandes se ponen más expresivos al ver unas suculentas arepas dulces y un delicioso chocolate.  Hasta me llevo para el grupo de back-up.

Pedaleo, pedaleo y más pedaleo, veo un carsh-wash.   Me lanzo a tomar mi manguera de agua y me baño de pies a cabeza.  Que agua, más rica! y refrescante!,  ante tanto calor. Seguimos con planos y muchas lomas. Paso entre colmados, nos bebemos frías de cerveza light y normal, hice concursos de baile con las de puerto plata.  Son unas grandes bailadoras, pero me auto-nombro la verduga de la pista.  Risas.
En la tarde, estoy en Baní en dirección a la casa del pico de la montaña, de Don Claudio Caamaño.  Son lomas y su madre.   Los verdugos en el campo traviesa la subieron.   Degusto de jugos de jagua, chinola y limón. Me sirvo más de cuatro vasos de jagua.  Mas buenos no pueden estar.  Unas guayabas de seguir comiendo. Disfruto de la cena con un sancocho calientito con arroz y aguacate.  En la tarde noche, compartimos el grupo y hablamos de todo un poco.  Encuentro lágrimas, sollozos y alegrías.  A la hora de dormir, mi destino está acostarme en una cama.  Me despierto a las 4:30 AM con algo fuerte que me da en la cabeza.   Salgo rápido del cuarto sin volver atrás hasta que el sol se apodere de la mañana.  Me pregunto que será lo que me dio. Si fue el gato grande que saltó desde la ventana o la cacata de la cocina.  Sin dormir mucho, me armo de valor para estar despierta.  Ahí continúa la aventura hasta llegar a Santo Domingo.  Desde un despido con una sonrisa de Doña Fabiola y Don Claudio hasta con un volver contento para la próxima.  Son personas con calor humano.

El mirador abre sus puertas para los viajeros con mochilitas con el recibimiento de un apetitoso bizcocho de Bicicentro.  Una de ellos, soy yo llena de debilidades en las que Dios se la luce convirtiéndolas en oportunidades para crecer. Demuestra quien es El para hacerse sentir y saber que quien esta a mi lado.  Convierte al más débil en victorioso.  Fue una aventura crecer con la creatividad de celebrar los 60 años del Americano en este encuentro costero.