viernes, 29 de julio de 2011

Día 3 - Domingo 24: Montecristi - Dajabón

Convertidos en guachimanes vigilamos el perímetro toda la noche, pero como todo trabajador nocturno, de vez en cuando me quedaba dormido en algún banco del malecón, acción que no excedía los 10 minutos, porque los mosquitos de este pueblo no dan tregua.

A las 5:30 AM, un pescador que iniciaba su jornada, me indicó que en la glorieta ubicada al finalizar el muelle, no habían mosquitos y haciendole caso al nativo, unos cuantos nos trasladamos al lugar y a decir verdad, había pero muchísimo menos, así que coloqué el sleeping bag en el piso y me tiré a tratar de domir los últimos 15 minutos que le quedaban a la madrugada. No pude dormir, pero si contemplar y capturar la imagen del amanecer montecristeño, imagen que dificilmente desaparezca de mi memoria.

A las 6:30 AM despertaron los dormilones, levantamos campamento y organizamos todo para nuestro último día de paseo. Unas cuantas fotos con poses de gay, de esas que se inventa El Americano, pero que a decir verdad son las que al final quedan para la historia. A las 9:00 AM salimos del malecón, nos detuvimos en una cafetería a desayunar.

A las 10:00 AM salimos al ruedo para Dajabón, al parecer todos querían llegar, montamos un buen ritmo ayudado por un tractor que nos cortaba la brisa y nos permitía rodar a 30 kms por hora. Una parada en la comunidad de Copey para hidratación y descanso y desde ahí una carrera loca hasta Dajabón, recorridos 37 kilometros casi rectos con una ligera inclinación y calor sofocante. Entramos al pueblo todos juntos y frente a la puerta de la frontera nos tiramos varias fotos. Nuestro viaje en bicicleta había terminado, 214 kilometros después. Nos dirigimos a Caribe Tours a comprar los boletos de regreso. En lo que salía la guagua, acabamos con las cervezas de un colmadito frente a la parada. Compramos medias a los haitianos y terminamos de vacilarnos el último momento del viaje. Una parte enfiló su regreso con destino a Puerto Plata, los demás a Santo Domingo en bus y vehículo de apoyo.

Nos marchamos, y como me dijo una amiga de las que participó en el viaje, estamos dejando atrás la sonrisa limpia y fresca de los niños, el saludo de las vacas y el acu curre tierno de un caballito con su mamá. !Dios cuanta belleza tiene mi isla! La verdad que fue una aventura para recordar, porque no solo fue montar bicicleta, sino toda una aventura y conocer nuevos amigos. Desde ya, pueden contar conmigo para la próxima etapa. Gracias por hacer de este fin de semana algo especial.

Hasta la próxima.

Colaboración de Julio Lopez (Insaciables)



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