6:00 AM todos en pie y mientras colaban el café todos teníamos una historia que contar de como habíamos pasado la noche: Que me picaron los mosquitos, que hacía calor, que un cangrejo se metió en mi casa de campaña, que unos perros peleando casi me muerden y le tiré arena, que al lado roncaban, que llegaron unos tipos raros a las 4:00 AM y haciendo bulla se metieron al agua y los picaron las medusas y gritaron como niñas, que amanecí mirando la luna sentado en una silla, que no dormí y mantuve la fogata prendida la noche entera, etc. etc. Simultaneamente nos preparábamos para el viaje a Cayo Arena.
A las 7:00 AM llegaron 2 yolas con motor fuera de borda, en las que nos montamos divididos en 2 grupos y nos trasladamos mar adentro al paradisíaco lugar. Cayo Arena es una especie de isla rellena de fina arena blanca en medio del Océano Atlántico, donde puedes tener contacto directo con peces, corales, medusas y bolitas. Los guías llevan pan y le dan de comer a los peces y éstos salen hambrientos circulando a tu alrededor sin importarles tu presencia. Una experiencia inigualable digna de ver y vivir alguna vez en la vida. De regreso el paseo incluyó entrada a los manglares de la zona, lo que agregó un elemento divertido que disfrutamos a plenitud. A las 9:30 AM regresamos a la playa, donde el desayuno estaba listo: mangú, huevos y quesos, acompañados de jugos y refrescos donados por el Síndico de Mamey (Felix Sarita).
Durante la siguiente hora nos preparamos para la partida, foto grupal con Doña Elsa, y mientras nos acomodábamos para la foto, Miguel que caminaba con toda su calma, fue provisto, por parte de la cocinera, del mejor piropo del paseo: "Mira tú, boca de tapita" corre que te dejan afuera. Y fue así que entre risas y ataques a las 11:00 AM se marcó la salida oficial del día 2, esta vez en direccióna la playa Buen Hombre, provincia Montecristi.
Bordeamos la playa hasta Punta Rusia y de ahí nos internamos en la cordillera. Para nuestra suerte se nubló y hasta una ligera llovizna nos cayó, lo cual agradecimos inmensamente, ya que esa zona siempre lo azota una inmensa ola de calor. Después de 44 kms y dejado atrás la comunidad de Sabana Cruz, siendo las 3:30 PM llegamos a playa Buen Hombre. De inmediato formamos un rumbón: bailamos, bebimos y comimos. Los buenos modales de algunos se vieron opacados cuando El Americano, sentados todos en la mesa, empezó a tirar fritos para arriba. En el comedor, una casa de familia convertida en fonda, conocimos la chiva mas vagabunda que he conocido, le dicen la Borrachona, bebe mas cerveza que Radhames y cuando ve hombres se pone inquieta. En el mismo local, a mas de uno fue tocado por la sensibilidad de un niño (Rafael), que trabaja recogiendo las sobras y los platos sucios, nos dijo respondiendo a una pregunta "yo trabajo porque mi papá me dijo que cuando mis hermanas se casaran, no dejara sola a mi mamá y que la cuidara". También se le preguntó por el padre y respondió que había muerto y lo que consigue se lo llevo a su vieja, las lagrimas y las propinas no se hicieron esperar.
Hartos como una chincha, a las 5:00 PM, tomamos un camino que nos llevaría hasta Montecristi, un camino no acto para vehículos, la unidad de apoyo se fue por la autopista. Mas de 30 kilometros entre cambrones y mosquitos, 5 pinches, 2 caidas sin nada que lamentar y la ausencia de luz diurna en parte del trayecto fue parte de nuestro viacrucis para llegar a las 8:30 PM al parque del reloj en Montecristi.
De inmediato gestionamos en una casa, mangueras con agua para darnos un baño y logramos también que nos abrieran el parque del reloj para acampar, pero en lo que decidíamos abrir las casas de campañas, el antiguo reloj comenzó a sonar (tin, tan, tin, tan), lo repetía cada 15 minutos y con mayor intensidad cada una hora. Para asegurarnos preguntamos a una señora que pasaba, si el bendito reloj sonaba todo el tiempo y nos dijo "yo vivo en frente y estoy harta de ese reloj, por mi que lo tumben". Confirmado el ruido, no nos quedó mas remedio que mudarnos para el malecón, donde David Abreu contactó a un marino para que nos dejara dormir custodiados en frente del recinto militar, el tipo accedió pero hubo que subsidiarle el brugal de la noche. Resuelto la dormida, contratamos en una cafetería la cena (viveres, huevos y salami), los viveres estaban tan secos que hubo que echarle un aceitico caliente, saludos para Eugenia. Bailamos, bebimos y charlamos en el malecón hasta las 1:00 PM.
Terminada la cena nos trasladamos a la marina para el descanso, pero al llegar nos percatamos que nos estábamos metiendo en lo que podriamos llamar la boca del lobo, nada era como nos lo habían pintado y el marino con el cual habíamos negociado tenía un jumo producto del romo que nosotros mismos le habíamos comprado, obligado quería que nos quedaramos, así que decidimos volver al malecón y hablar con los Politours, quienes nos permitieron acampar al lado de su destacamento. Con el temor a cualquier cosa por parte del marino, montamos una guardia haciendo turnos por hora, pero la música en los vehículos, los mosquitos y los amantes furtivos que llegaban y se iban, no dejó dormir en toda la noche a la mayoría, digo la mayoría, porque siempre hay gente que duerme y hasta lee antes de dormir, aunque el mundo se esté acabando.
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jueves, 28 de julio de 2011
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